viernes, mayo 27, 2005

...(2)

Pero el hombre que no lloraba, supo luego que no había forma de ocultar su sensibilidad. Y cuando estuvo entre sus brazos, víctima del remordimiento de sus vamos caprichos, reconoció que ya no podía parar esa marea oscura de sensaciones que le anudaba la garganta. Se apretó contre su pecho, pidiendo que lo abrace, que lo proteja del sentimiento horrible que lo invadía. Y sus lágrimas cayeron esta vez no sobre el duro suelo, sino sobre la blusa que cubría ese bello cuerpo. Sus corazones se abollaron como un papel y se escondieron muy adentro, mientras él lloraba en silencio, recibiendo las caricias que necesitaba, arrugando la blusa en la espalda cuando el dolor lo pinchaba por dentro. La voz serena que escuchaba en su oído ocultaba - sin él saberlo- ese miedo intenso que precede a la ignorancia, a lo desconocido, al no saber qué hacer.
El hombre esta vez no encontró otro escondite que su cuello, y lo tuvo que empapar de lágrimas con toda su impotencia. Y tuvo que hacer silencio para que nadie mas escuchara su pena, para que nadie descubra húmedos sus ojos. Porque aunque ella ya develó esa debilidad - y no está bien que así la llame -, él aún cree que los hombres no lloran.

26/5/05

2 comentarios:

  1. Sigo en la piel del pobre ñato. Ansío que me saques de la situación, y que sigas narrando.

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  2. =o
    me sorprende...
    pero vamos a ver como sigue esta historia...

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Quienes dejan brotar las palabras...