Vivir sin los resabios del cuerpo
cómo se hace
para vivir sin la resaca del cuerpo,
sin las pasiones y sus pesos.
Yo que era libre de mi cuerpo
ya no hago más que protegerlo y enfundarlo.
Escapar es
recluirme en mi alma.
Vivir sin los caprichos del alma
cómo se hace para
que no se desgañite en cada respiro
movida por fuerzas imperceptibles.
Yo que era de volar por mundos otros / invisibles
me ato a la faz de esta tierra.
Escapar me es
imposible.
Atada de pies al suelo
y atada de manos al cuerpo
uso la única voz que no es rota
para preguntar por qué
si yo era libre y hermosa
ahora soy, apenas,
un espantapájaros
de paja y cosas
que secan, secan
la memoria, la alegría, la piel
y mi boca yerta.
Dorothy pasaba parte de su tiempo afuera, leía en medio de los campos o jugaba entre los surcos de los arados imaginando que eran las olas del mar o los valles interminables de un mundo liliputiense. A veces se acercaba al espantapájaros y hablaba con él como su gran amigo. Le podía ver la expresión en su rostro de paja, un día risueño, otro, triste como las nubes oscuras. Si alguna vez se le pasaba por la cabeza que era viejo y seco enseguida aquella expresión serena le quitaba la idea. Su hombre de paja parecía frágil y sin defensa, pero allí aguantaba cada aguacero y todos los vientos. Sólo podía temer por el fuego, pero ella le prometió salvarlo si el fuego venía. Su cuerpo anclado a la tierra no le parecia pedestre sino dispuesto a volar cada vez que quisiera. Su alma, porque sabía bien que tenía un alma tan grande como aquel campo, podía decirle tantas cosas como ella estuviera dispuesta a escuchar. Era curioso, porque le parecía que en sus conversaciones de los atardeceres de los sábados, a veces se quejaba de no tener cerebro. El quería una inteligencia como la de Dorothy, y entonces ella le decía que cómo era posible que le enseñara tantas cosas si carecía de pensamiento. Un día el hombre de paja no estaba y ella encontró una carta que le dejó clavada en el poste donde se apoyaba. Decía que le habían pedido que gobernara su país ("su país" pensó ella, "¿cómo será su país?"). En la carta se despedía con un "Hasta siempre porque siempre estaré". Ella sintió entonces que era como su espantapájaros: asentada al suelo con la volatilidad de su cuerpo, enredada al aire con la densidad de su alma.
ResponderBorrarEste es un poema mayor, Aye. Mayor no por edad sino por entidad. Creo que escribir esto requiere una madurez al alcance de pocos, al margen de edades y demás. Es precioso. Me inclinaría, pero el espantapájaros tarado de verdad soy yo, y tengo como espalda un palo de madera, por eso no me puedo inclinar.
Un beso (parte primera)
Y lo que lleva consigo el término "espantapájaros", todo lo que da de sí. Hay un texto de Oliverio Girondo que a mí siempre me encantó. Es este:
ResponderBorrar"ESPANTAPÁJAROS
No se me importa un pito que las mujeres tengan
los senos como magnolias o como pasas de higo; un
cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una
importancia igual a cero al hecho de que amanezcan
con un aliento afrodisíaco o con un aliento
insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio en una
exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy
irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto,
que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el
tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me
enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y
sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus
extremidades de palmípedo y sus miradas de
pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la
cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando
me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba
sus compras, sus quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese,
volando, de algún paseo por los alrededores! Allí
lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos
segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una
caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas
enteras nos anidábamos en una nube, como dos
ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las
estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días
entre las nubes... la de pasarse las noches de un
solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede
brindarnos alguna clase de atractivos una mujer
terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia
sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del
suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la
seducción de una mujer pedestre, y por más empeño
que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan
siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más
que volando."
Un beso (parte segunda in fine, de momento :)
despues de un comentario que cita a Girondo... es imposible seguir :D
ResponderBorrarpero, en fin...
nada, un placer, realmente haberte conocido... me gusta mucho como cortas los versos y estrofas :O el aire que das es muy significativo :D
cuando quieras, nos ponemos en contacto e intercambiamos mas cosillas :D
abrazotes!!
(cuando lo leas ;) borra el comentario )
ResponderBorraryo puedo ayudarte con la html... pasame por mail la plantilla comprimida, la modifico y te la reenvio---
despues del martes estoy libre (no te imaginas lo cansado que estoy y todo lo que me queda por hacer)
besotes :D
Tras esos versos tuyos y los comentarios de Zooey no queda más que decir Aye.
ResponderBorrarPreciosa tu manera de escribir.
Un beso