Construir un muro,una pared,una muralla:
empieza por las bases, hechas de arena.
Luego, de a poco, un ladrillo, dos ladrillos.
Son pequeñísimos y rugosos, como piedritas.
Pero pesan, cada uno de ellos, toneladas.
Uno a uno se amontonan y parecieran no ser nada,
una montañita inofensiva.
Cuánta parodia, en realidad son impenetrables.
Unidos de palabras pegajosas,
los ladrillos se apilan, el oscuro crece y
-no queremos verlo-
es impenetrable.
Incuestionable y sólido, sin grietas, se erige como el único.
Un monumento, un salvador, el ídolo de la fuerza.
Con sólo nombrarlo se multiplica.
Al este, al norte, al oeste, al sur,
Hacia las estrellas inciertas.
Un monstruo de palabras y barro, sólo eso.
Lo construyen manos nuestras
y su pie nos aplasta sin problemas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Quienes dejan brotar las palabras...